Entrevista | Guillermo Arriaga Escritor

Guillermo Arriaga: "En la calle aprendí que la violencia no sirve de nada. El tipo callado da más miedo que el gallito"

Guillermo Arriaga, escritor de libros y de películas como "21 gramos" y "Babel", presenta "El hombre", una novela que recorre la historia violenta de Estados Unidos a través del "héroe" Henry Lloyd y su linaje

El escritor y guionista mexicano Guillermo Arriaga, autor de "El hombre". / Francisco Calabuig

Voro Contreras

València

“El hombre” es una novela que recorre miles de kilómetros y cientos de años. ¿Qué le ocurre al hombre escritor desde que se sienta por primera vez frente a la pantalla en blanco hasta que termina de escribir algo tan monumental?

Pues mira, entra uno de 92 kilos y sale de 98. Poco ejercicio, poca caza. Estás muy concentrado en la historia. Para mí es un privilegio poder escribir. Entra mucha inseguridad: no sabes si la historia vale la pena. Es como casarte con una historia sin saber si es la correcta. Y cada historia requiere una estructura y lenguaje distintos. Tienes que entrar en silencio a escuchar qué te pide. En este caso, me pidió seis voces narrativas. Una séptima quedó fuera al inicio. Entro sin saber en qué me estoy metiendo. Muy apasionado, pero lleno de dudas.

Entonces, ¿no sabe cómo va a continuar la historia cuando la empieza?

No tengo idea. Me siento con una imagen en la cabeza y, al escribirla, resulta algo totalmente distinto. No planeo la novela, no hago mapas, ni finales, ni fichas de personajes. Todo se va desarrollando solo.

¿Y quién decide si vale la pena el trabajo realizado? ¿Usted o el lector?

El lector. Yo hago mi mejor esfuerzo. Pero no puedo juzgar mi obra. Siempre quedo insatisfecho. Tengo un síndrome del impostor terrible. Siento que llevo años engañando a la gente y que algún día me descubrirán. Espero que no sea con esta novela.

¿También le pasaba como cuando escribió los guiones de "Amores perros", "21 gramos" o "Babel"?

Siempre. Empecé como novelista, luego pasé al cine. Pero en todo tengo ese síndrome. Siempre temo quedarme sin tinta, como dicen: tienes tres galones y luego se acaban. Eso te carcome.

Guillermo Arriaga. / Francisco Calabuig

Migración y clase obrera

Su novela es una guerra de todos contra todos: esclavos, indígenas, mexicanos, estadounidenses... Pero al final es el hombre blanco quien se impone. ¿Por qué?

No tengo una respuesta clara. Pero ese es justo el argumento de la ultraderecha: que el hombre blanco debe prevalecer. Que si se contamina la raza, cae su cultura. Es el pretexto para rechazar migrantes, incluso en Europa.

Pero hay migrantes que votan para que no vengan más migrantes.

Porque también son clase obrera. Están esperando respuestas. Votan por trabajo. Si creen que hay demasiada competencia, votan para limitarla. Como decía Marx: es la economía lo que mueve todo.

En su libro, la economía y el progreso están profundamente ligados a la violencia. ¿Es inevitable?

No es inevitable, pero cuando el hombre blanco europeo llegó a América, lo tomó todo por la fuerza. Estados Unidos despojó a los pueblos originarios y a México de la mitad de su territorio.

Henry Lloyd convierte la violencia en una inversión. ¿Es esa la clave de la historia de EE. UU.?

En el siglo XIX se estaba decidiendo qué país se quedaba con qué territorio. Como no estaba claro, se usó la violencia. No toda fortuna se hace con sangre y fuego, pero muchas sí.

¿Hay sagas familiares limpias de pecado?

Escasas. Algunas sí, pero muchas están salpicadas de sangre, corrupción o marrullería.

Henry Lloyd y Donald Trump

¿Trump es consecuencia de los Henry Lloyd que le han precedido?

Henry Lloyd representa una fase del capitalismo americano. Hay que irar lo que EE. UU. logró en tan poco tiempo. Pero también tiene grandes pecados: el genocidio indígena, el despojo de territorios mexicanos.

Como mexicano, ¿siente hacia el país vecino rencor, iración, envidia?

iración. Y algo de reprobación. Un país donde la esclavitud fue tan enraizada merece críticas, pero sigue siendo irable.

El primer Lloyd hace fortuna al frente de un ejército de antiguos esclavos con sed de sangre ¿La venganza también es un motor de la Historia?

Claro. La historia está llena de venganzas: la Biblia, Troya... En la novela, Henry Lloyd lidera a gente sin nada que perder. Esos son los mejores soldados.

Henry Lloyd VI, su tataranieto, ¿qué comparte con él?

Son igual de implacables. El VI sigue los mandatos de su ancestro al pie de la letra. Pero hay un momento donde comprende la magnitud de lo que fue su antepasado.

Es implacable, pero lo disfraza con modernidad, moderación, incluso presume de su identidad homosexual…

Sí, pero sigue siendo marrullero. Entiende que la inclusión también es rentable. Aprende a navegar los tiempos, pero no juega limpio.

Guillermo Arriaga / Francisco Calabuig

Con toda la violencia presente en sus historias, ¿qué tiene usted de persona violenta?

Nada. Es muy difícil que me enoje. Eso sí, viví violencia callejera de pequeño, y eso me enseñó que no sirve de nada. El tipo calmado da más miedo que el gallito.

¿Y una persona que vivió la violencia en su infancia puede escribir después sobre flores en primavera?

No soy determinista. Pero tampoco quiero tocar mi inconsciente. Mi hermana me dice que vaya al psicoanalista, pero no quiero descomponer mi herramienta. Yo vivo de eso. Escribo sin plan. Como lector que quiere saber qué pasa.

Su novela se ha descrito como western. ¿Lo es?

Es un pre-western. Estudia cómo eran esos territorios antes de que los americanos llegaran. No había americanos en Arizona o Nuevo México. Solo tejanos, mexicanos, tribus originarias y españoles.

¿En qué personajes del viejo-viejo oeste se basó para construir a Henry Lloyd?

En nadie. No hay referencia directa. Es un personaje completamente de mi imaginación.

¿Ni siquiera pensó en "Meridiano de sangre" para describir a ese ejército violento que comanda Lloyd?

La leí después. No quería influirme. Me gustó, pero ahí la violencia es más gratuita. Henry Lloyd no mata por placer, mata por un objetivo.

"El hombre" nació como una idea para un guion cinematográfico. ¿Qué se perdió y qué se ganó al convertirse en novela?

Se ganó mucho más de lo que se perdió, honestamente. En primer lugar, permitió entender con mayor profundidad la complejidad de los personajes. Luego, ofreció espacio para un proceso de introspección mucho más rico. Cada personaje pudo desarrollarse de forma autónoma, con una historia interesante propia, sin ser solamente un medio para contar la historia de otro. Y, por supuesto, también gané en libertad para explorar el lenguaje y jugar con estructuras narrativas que serían muy difíciles —por no decir imposibles— de aplicar en el cine.

¿Por eso hoy le dedica ahora más tiempo a la literatura que al cine?

No necesariamente. Son momentos de la vida. Quizás mañana regrese al cine y me dedique únicamente a eso. Nunca termina por saberse. No es una decisión tajante, sino más bien un vaivén natural entre los dos mundos.

¿Y hay algún proyecto cinematográfico en mente ahora?

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Por ahora no. Acabo de terminar esta novela, que fue muy exigente, tanto en lo emocional como en lo físico. ¿Sabes cuánto pesa? ¡Casi seis kilos! [ríe]. Ahora viene la promoción, que seguramente me hará bajar esos seis kilos.

Guillermo Arriaga / Francisco Calabuig

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