Periodo de transición

Seis meses sin Asad en Siria: Damasco trata de dejar atrás la violencia y destrucción del pasado

El país árabe ha logrado el levantamiento de las sanciones internacionales, pero persisten las divisiones internas, las dudas en materia de seguridad y la pobreza extrema

Fotografía de archivo de la ciudad de Deraa, en el sur de Siria

Fotografía de archivo de la ciudad de Deraa, en el sur de Siria / Europa Press/o/Ammar Safarjalani

Adrià Rocha Cutiller

Adrià Rocha Cutiller

Estambul

Cuando, el pasado mes de diciembre, hace justo seis meses, Taher pudo volver tras 10 años de ausencia a su Alepo natal, el hombre de mediana edad encontró su ciudad sucia, negra, deprimida y pobre. El lugar, que antes había sido la ciudad más grande, más bulliciosa y más rica de Siria, ahora era un mar de dejadez, pobreza y contaminación, con infinitas colas para conseguir algo de pan, de mala calidad, y gasolina, de aún más dudosa procedencia.

Taher vivió, durante sus 10 años de ausencia, en la vecina Azaz, pocos kilómetros al norte de Alepo, en las regiones controladas por los rebeldes sirios y abastecidas por Turquía. "De momento, mi idea es seguir aquí, porque los servicios siguen siendo mucho mejores. Pero en cuanto se normalice voy a volver con mi familia a Alepo. Es mi ciudad; quiero vivir allí. Pero ahora es demasiado difícil. Apenas hay cuatro horas de electricidad al día. En Azaz tenemos más", cuenta Taher, que sin embargo ya pasa más tiempo —durante el día y las horas de luz— en Alepo, con su familia, de la que antes le separaba un frente de guerra infranqueable.

El reencuentro entre familiares ocurrió hace justo seis meses: a finales de noviembre de 2024, los rebeldes sirios liderados por la milicia islamista radical Hayat Tahrir al Sham (HTS), lanzaron una ofensiva que, en los primeros días, buscaba tan solo apartar la línea del frente unos kilómetros. 

El presidente sirio, Ahmed Al Sharaa, forma un nuevo Gobierno de transición

El presidente sirio y líder de Haya Tahrir al Sham, Ahmed Al Sharaa, forma un nuevo Gobierno de transición / Reuters

Pero con el paso de las jornadas y el hundimiento del Ejército de Bashar al Asad, el expresidente sirio, lo que tenía que ser una pequeña operación militar se convirtió en el final del conflicto. En tan solo 10 días, HTS consiguió acabar con el régimen de cinco décadas de los Asad: el pasado 8 de diciembre, hace justo seis meses, Bashar huyó a Moscú. La guerra civil siria, 13 largos años y 600.000 muertos después, había terminado.  

Pasado el fervor de la victoria

Con el paso de este tiempo, la adrenalina del final del conflicto ha dejado de fluir, y Siria, ahora, se enfrenta a ella misma: un país completamente roto y facturado, con un Estado, aún, incapaz de controlar y proveer seguridad en todo el territorio, y con tensiones sectarias tanto en el norte —que estallaron en marzo, con las matanzas de cerca de 1.000 civiles de la minoría alauí— y en el sur —con combates y violencia contra algunas facciones de la minoría drusa de Sweida, que se han negado a entregar las armas a Damasco—. 

"La transición siria sigue siendo muy frágil, y se enfrenta a problemas estructurales como el desarme de facciones, su desmovilización y reintegración a la sociedad, los combatientes extranjeros, y el reto que supone lidiar con el aún activo Estado Islámico (EI) y la resistencia armada alauí en la costa. Pero, en definitiva, esta transición frágil aún ofrece, a día de hoy, la mayor esperanza para conseguir una estabilización gradual en el país", explica el experto en Siria Charles Lister, miembro del think tank estadounidense Atlantic Council.

Dos niños juegan entre chatarra y morteros en Idlib, en el noroeste de Siria.

Dos niños juegan entre chatarra y morteros en Idlib, en el noroeste de Siria. / DPA / Europa Press

"Estados Unidos, la Unión Europea (EU) y la OTAN tienen dos opciones: apoyar condicionalmente a la transición siria con la esperanza de que las autoridades de Damasco consoliden su control y amplíen su representación social; o romper relaciones y aislar al país para intentar favorecer algún tipo de proceso alternativo. Ninguna de las dos opciones está carente de riesgos, pero la última garantiza una inestabilidad severa, mientras que la primera busca evitarla", continúa Lister.

De momento, el camino tomado ha sido el primero: durante su viaje a los países del Golfo, el presidente estadounidense, Donald Trump, anunció por sorpresa el levantamiento de todas las sanciones de Washington contra Damasco (aún no han sido oficialmente retiradas), impuestas durante los años de Asad. Pocos días después, la UE siguió el mismo camino. 

Ahora, sin piedras en el camino, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Qatar y Kuwait, con su dinero, y Turquía, con su logística y enorme sector industrial, esperan inundar Siria con proyectos de inversión y reconstrucción.

"Todos sabemos que tardaremos bastante tiempo en ver cómo la situación mejora. Lo tenemos claro. Pero confío en el futuro, por primera vez en mi vida. Ahora puedo pasar los días con mi familia, con mis primos. Podemos charlar de todo libremente. No tenemos miedo de ir a la cárcel por cualquier cosa, por no pagar un soborno a un policía de tráfico. ¿Qué más podemos querer?", dice Tahir entre resignado y optimista.

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