Opinión | Bolos

València

El gato y la palmera

Que València vuelva a tener dos equipos en Primera hay que celebrarlo, y que ambos puedan estar a la misma altura deportiva anima los dos derbis que vienen

La plantilla del Levante UD durante la celebración del ascenso a Primera el lunes por València.

La plantilla del Levante UD durante la celebración del ascenso a Primera el lunes por València. / Germán Caballero

El merecido ascenso del Levante contrasta con la foto final del Valencia en el último partido de esta temporada en Mestalla. La plantilla de Corberán festejando la permanencia con el aplauso del respetable. Peter Lim ha conseguido dominar al valencianismo, condenado a ser un equipo de medio pelo. Que el Cap i Casal vuelva a tener dos equipos en Primera hay que celebrarlo, y que ambos puedan estar a la misma altura deportiva anima los dos derbis que vienen. El fútbol, y menos aquí, no tiene pasado, solo presente, pero también es terapéutico, por eso el éxtasis granota del lunes es una inyección de autoestima colectiva tras unos meses trágicos. Es de justicia agradecer al levantinismo en general, y su directiva en particular, esa celebración.

La clase política dirigente valenciana sostiene que la influencia de las hinchadas en el voto es mínima, y hay algo de verdad, pese a que por primera vez hasta la prefectura de Moncloa se haya apuntado a la fiesta. Pocas ciudades europeas hubieran aguantado más de quince años un esqueleto como el del Nou Mestalla y menos una con la proyección turística internacional como València. Ni aficionados, ni vecinos, ni mucho menos el gobierno municipal ha desbloqueado su construcción definitiva. Ha habido varias elecciones de por medio durante ese periodo sin ninguna turbulencia política, así que todo en orden.

El romanticismo de las leyendas futbolísticas también ha pasado a manos de poetas. Los abonados van al campo como a una boda, a pasárselo bien y a criticar lo que puedan. Mestalla siempre lleno, con unos 40.000, y Orriols llegará a 20.000 en Primera. Una suma considerable, pero poco activa, así que, pese a los intentos de algunos, ni los nuevos valencianistas, ni mucho menos los granotas están por la labor de la irónica fábula del gato y la palmera. El fútbol va camino de Netflix, o sea, a algo íntimo.

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