Opinión
Millones de pequeñas historias
El último día duele porque asumes que no volverás a ver ese giro, ese gesto, ese golpeo, esa manera de conducir el balón

El centrocampista del Real Madrid, Luka Modric, se despide de su afición. / J.J.Guillén / EFE
Las Ligas terminan. Es el periodo de las despedidas. En momentos especiales, el fútbol se humaniza y brilla lo primordial. En la última jornada, en el Bernabéu, se jugó un partido que finalizó con un resultado que nadie recordará, pero nadie olvidará, a la vez, a Kroos abrazando a Modric en su adiós.
Cuando un futbolista así se retira, lo primero que me viene a la cabeza es lo viejo que soy. Modric apareció en esta columna por vez primera en 2008, que se dice pronto. Aún no había llegado a la Premier, pero ya lo conocía desde hacía meses. Y no lo conocía por ojear promesas, ni por tener en casa seis parabólicas, ni por ser especialmente inteligente. Conocía a Modric porque una noche en Spoonful se nos acercó un hombre con buena información.
Primero pensamos que venía a pegarnos, pero no. Resulta que este señor, que se llama López (nada más misterioso que llamarse López), nos reveló los nombres de los tres jóvenes que marcarían una época en el fútbol mundial. Esto sentenció López: Mesut Ozil, Marko Marin y Luka Modric.
Lo apunté en un posavasos, por si acaso, y al día siguiente busqué información. Enseguida me hice fan de Modric, por múltiples y ahora obvios motivos, y así he seguido siendo hasta hoy. Cabe ensalzar el buen ojo de López. Así es el fútbol: un señor que se te acerca en un pub, medio borracho, tiene un índice de acierto abrumador, mucho mayor que el de cualquier director deportivo profesional.
Mi fiebre por Modric alcanzó niveles disparatados. Meses después, por ejemplo, lo incluí con calzador en una columna sobre el CD Castellón. Por esas fechas, además, una tarde fuimos a sacar a un amigo del casino. Ya lo teníamos convencido, pero me pidió un número para la última tirada en la ruleta. Le dije el 14 por Modric y ganó. Lo de sacarlo de ahí se complicó.
Una frase de despedida
Ajeno a estos hechos trascendentales para la humanidad, Modric dejó Croacia y se fue a Londres y luego a Madrid, y se produjo un cambio bonito. Llegó un día en el que ya no tenía que defenderlo en ninguna conversación. Del Bernabéu se despidió con esta frase: «No llores porque terminó, sonríe porque sucedió». Cuando me jubile diré algo parecido: «No llores porque sucedió, sonríe porque terminó».
No es exactamente lo mismo.
Cada uno de nosotros, quiero decir, articula con cada futbolista una historia distinta. Después, esas millones de pequeñas historias conforman la gran historia. La de Modric, el niño de la guerra que gobernó el fútbol tras avanzar por el camino difícil, es una de las más bellas. Pregunten a ChatGPT si quieren rigor y estadísticas.
Algo se rompe cuando se va un futbolista de época. Se aprecia con los diferentes. El último día duele porque asumes que no volverás a ver ese giro, ese gesto, ese golpeo, esa manera de conducir el balón. Se va un trocito de algo íntimo. No veremos de nuevo a Óscar de Marcos correr por la banda de San Mamés, y duele, pero a la vez está bien.
Duele porque nos recuerda que se van los futbolistas, igual que se van las temporadas, los momentos y los amigos; pero está bien porque nos ayuda a valorar las pequeñas fortunas, a apreciar lo sencillo, lo esencial y lo vivido. Cada uno de nosotros, ya lo sabéis, articula con el fútbol una historia distinta. Después, esas millones de pequeñas historias conforman la gran historia. Solemos llamarla vida.
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