Opinión
Tan felices que un día dolerá
En 2075, los chavales que ahora vean el Mundial de Clubes podrán decir 'el fútbol de 2025 sí que era el auténtico'

Munich (), 31/05/2025.- Desire Doue (L) of PSG celebrates with team-mate Ousmane Dembele (R) after scoring the 3-0 goal during the UEFA Champions League final between Paris Saint-Germain and Internazionale Milano, in Munich, 31 May 2025. (Liga de Campeones, Alemania) EFE/EPA/CHRISTOPHER NEUNDORF / CHRISTOPHER NEUNDORF / EFE
Es tiempo de Selectividad, o como se llame ahora. Asumo que habrá miles de chavales agobiados con los exámenes, añorando la infancia o deseando ser algo más viejos. Pero yo les diría que son muy afortunados. Vale que estos días habrán estado angustiados, pero una vez hayan terminado se les abrirá en el horizonte un paisaje celestial. Es el último verano antes de la universidad y la FIFA ha preparado para ellos un tremendo regalo.
Llevo un tiempo preguntándome los motivos de la creación de la Copa Mundial de Clubes de la FIFA, y ya he encontrado el principal. El dinero no importa: lo que importa es la felicidad. Y esos chavales que han superado el examen de Selectividad van a alcanzar en breve el cénit de la felicidad. Porque, con un poco de suerte vital, en nada estarán con sus colegas, en casa de alguien, sacando pizzas del horno y viendo un Fluminense-Ulsan Hyundai, un Pachuca-Salzburgo o un Mamelodi Sundowns-Borussia Dortmund, un día tras otro, madrugada tras madrugada.
Y no lo sabrán, pero estarán siendo tan felices que en el futuro, al recordarlo, les dolerá.
Además, por si el premio fuera poco, dentro de medio siglo esos chavales podrán decir a sus nietos que vieron el primer Mundial de Clubes, y que eso sí que era fútbol auténtico y no lo que se juegue en 2075, que en 2075 ya no habrá mediapuntas ni regateadores porque no se jugará al fútbol en la calle, que antes los futbolistas eran mejores y su película favorita era Gladiator.
Podrán presumir de acontecimiento histórico y parecer sabios solo por ser viejos. Es algo muy del deporte: hablar con las gafas en la mano te da autoridad y respeto.
El deporte también te empuja al balcón de la Historia en vivo y en directo. A veces no es fácil darse cuenta, con la tensión del momento. Recuerdo una de esas finales entre España y Estados Unidos, en los Juegos Olímpicos y en baloncesto. Cuando acabó, el locutor gritó que habíamos visto el mejor partido de todos los tiempos, o casi, o algo así, y nos pareció súper exagerado, pero al rato lo pensamos y dijimos, hostia, pues quizá tenga fundamento.
La final de la Champions
Me pasó algo parecido el pasado sábado, mientras veía la final de la Champions. No era del todo consciente de la trascendencia del triunfo del PSG al Inter hasta que Mayulu marcó el quinto gol y entonces lo entendí. Entonces, sí. Entonces me dije ‘esto está siendo mayulúsculo’.
Mayulúsculo y, en cierto sentido, inesperado. Quién nos iba a decir que veríamos a este Dembélé que ha moldeado Luis Enrique. Me gustaría saber qué han hecho con él, porque intuyo que habrá algo que no saldrá en los documentales. Al viejo Dembélé no le dejarías elegir los entrantes en ninguna cena, pero el nuevo Dembélé ha aprendido a tomar las decisiones correctas. Intuyo también que en algún momento de nuestra vida muchos hubiésemos necesitado un Luis Enrique en esta materia.
Saber elegir es casi siempre más importante que saber hacer. Saber el para qué y no solo el qué es el matiz que diferencia a los futbolistas de aquellos que (solo) juegan. También conviene saberlo, cuando acabas Selectividad y eliges carrera.
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