Opinión | En el barro
La despedida de un mundo
España es hoy el muro del sur de Europa frente a la nueva ultraderecha, pero el ciclo muestra indicios de final. Puede que sea algo más que la despedida de un gobierno y un líder.

Pedro Sánchez, el pasado jueves en Madrid. / Europa Press
El quiosquero de mi barrio ahora reparte paquetes. Al tiempo que la pila de diarios mengua, el quiosco se ha convertido en uno de esos puntos de recepción de envíos y cada mañana él sale no solo para repartir un puñado de periódicos, sino que carga con un carrito rebosante de cajas de cartón.
Dos chicos del edificio vecino salen pronto cada día con su patinete eléctrico y su inmensa bolsa amarilla colgada a la espalda. Parece que hay gente que también quiere que le lleven el desayuno.
La duda es también más breve hoy. En las mesas, ante cualquier discusión, uno coge el móvil y teclea en busca de la luz sobre el misterio.
Lo queremos todo ya. Creo que es el mayor cambio que hemos sufrido. Estamos en el universo Amazon, Google y Glovo. La voluntad ha de hacerse no solo real, sino que ha de ser rápido. Vivimos entre esa urgencia y los chutes de dopamina de los ‘likes’ y los insultos de las redes sociales.
Sin ánimo de faltar, me importa más hoy lo que sucede en Gaza o en Los Ángeles que en Russafa y soporto peor el ombliguismo
Vivimos también gracias a la pantalla continua en un mundo que se ha abierto, a pesar los intentos crecientes de autarquía. Sin ánimo de faltar, me importa más hoy lo que sucede en Gaza o en Los Ángeles que en Russafa y soporto peor el ombliguismo.
No sé dónde estaremos a la vuelta del verano, pero es obvio que el último acto de resistencia de Pedro Sánchez va a ser mucho más complicado. Sigue teniendo el asidero del miedo a la extrema derecha, pero este es más débil a medida que conquista espacios y se normaliza. A medida que pacta en la Comunitat Valenciana y en otras autonomías con la derecha de siempre y se transforma en algo cotidiano, casi natural.
La pregunta hoy es si aún hay motivos para resistir. La respuesta está en esas pantallas que forman parte de nosotros. Ves el ambiente de ‘Civil War’ en Estados Unidos tras pocos meses del experimento autoritario de Donald Trump y hueles el tufo de la ola que viene. La pregunta es si Sánchez puede resistir con la losa de descrédito que representan las evidencias de corrupción de los dos hombres de confianza que ha tenido en su partido. Una epopeya en estos tiempos de urgencia y velocidad límite.

La Guardia Nacional, en el 'downtown' de Los Angeles. / AP Photo/Eric Thayer
La jugarreta del destino es que, probablemente, España vuelva al punto que dejó en 2016 y que es el gran dilema desde la Transición. En 2016 el PSOE entra en crisis cuando Sánchez niega la investidura a Mariano Rajoy a pesar del aparato del partido, abandera el ‘no es no’ y acaba forzado a dimitir. Lo demás ya es conocido. Lo más probable es que, si se convocan elecciones en el corto o medio plazo, el escenario sea parecido y la gobernabilidad solo sea posible con dos opciones. O el PP gobierna con la ultraderecha populista de Vox o suma mayoría con el PSOE. Hay una tercera opción: una subida muy fuerte de Feijóo que le permita alcanzar la barrera de los 176 escaños (la mayoría absoluta) con el apoyo de los grupos de centroderecha soberanistas, pero es complicado que ese puente roto se pueda reconstruir. Lo más probable es el regreso al gran dilema, el de si es posible sumar a los partidos que representan a la amplia mayoría social del país antes que experimentar un Gobierno con el populismo radical y autoritario. La tendencia es esta última opción, vistos los preámbulos en las autonomías, pero creo que el debate va a volver y España tendrá que poner a prueba la madurez de su democracia. Alemania acaba de apostar de nuevo por esa coalición de grandes frente a los ultras, pero no parece que sea la salida que se está cociendo en España.
Macron resiste a duras penas en Francia frente a la mayoría electoral de Le Pen. España es hoy el gran muro del sur de Europa frente a la nueva ultraderecha. Pero el ciclo muestra indicios de final. Puede que sea algo más que la despedida de un gobierno y un líder. ¿Qué encontraremos al otro lado del telón?
Cada uno sabe buscarse cuando no se encuentra a sí mismo. Yo vago por museos. Sé que voy a descubrir algo que me grite que sigo aquí. Me encontré hace unos días en la exposición de Soledad Sevilla en el IVAM. Encontré que las obras de arte son rastros de una vida. Lo dice mejor Siri Hustvedt. Me encontré hace ya demasiado en el Museo de l’Orangerie, envuelto de nenúfares, buscando la certeza de que hay otras vidas cuando todo parece que va a romperse. Me pasó con los ‘Insomnios’ de Sevilla. Esa sensación de saber que la vida sigue ahí, hermosa y frágil, indescriptible e inaprensible, cuando la mañana empieza a romper las sombras. Sus insomnios son los míos. La certeza del alba seguirá siempre.
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